La narrativa de Eduardo Liendo tiene la capacidad de despertar emociones que transportaban al lector a lo largo de sus historias y lo cautivaban, son algunos de los atributos que se le reconocieron al escritor venezolano en el homenaje póstumo que se le ofreció este sábado en la 21a Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2025).
En la sala Marc de Civreux se reunieron la profesora y tallerista de creación literaria Carolina Álvarez, el periodista y profesor universitario Alfredo Tamayo y el escritor Cósimo Mandrillo, quienes destacaron las virtudes de quien fuera reconocido como una de las últimas grandes figuras de la literatura venezolana del siglo XX.
El autor de reconocidas obras como El mago de la cara de vidrio, Los platos del diablo, Mascarada y Contigo en la distancia falleció este 3 de julio en Caracas, a sus 84 años de edad.
Eduardo Liendo “tenía una habilidad impresionante para enganchar al lector y para tratar temas con profundidad. En su narrativa encuentras argumentos trabajados con una imaginación muy viva. Sus textos tienen belleza, descripciones precisas y la emoción te va llevando a lo largo de la historia”, dijo el periodista y profesor universitario Alfredo Tamayo.
Conectaba con los adolescentes
Tamayo habló de sus tres momentos clave con Liendo y su obra. El primero fue como estudiante de Comunicación Social en los años 90, cuando le tocó hacer una práctica de periodismo y decidió entrevistar al novelista, cuentista y poeta.
“Fue un encuentro, un descubrimiento, no solamente de la vida y de un personaje, sino de una obra”, destacó Tamayo.
El segundo momento fue cuando hizo su trabajo especial de grado, para el cual seleccionó la película venezolana “Los Platos del Diablo” (1995), dirigida por Thaelman Urgelles y basada en la novela homónima de Eduardo Liendo.
El tercero y último momento corresponde a su lectura personal de El mago de la cara de vidrio, una novela que el profesor universitario considera fundamental para ser promovida entre los estudiantes de nivel secundario.
“Al leerlo lo sentías cercano”, añadió. “Conectaba con los adolescentes, por lo que su obra es muy apropiada para trabajarla en el bachillerato”.

Tamayo indicó que hubo algo de discípulo y de maestro en su relación con Liendo. “Mi relación con la obra y con Eduardo Liendo siempre fue de asombro y, sin duda alguna, de seguirlo”.
Una opinión semejante expresó la profesora Carolina Álvarez también contó a manera de anécdota su relación con Eduardo Liendo. Relata que su primer momento con el homenajeado, curiosamente, fue por radio.
Ella venía manejando su vehículo cuando en el programa “Texto sentido” escuchó el cuento La valla. “Me dije, ese cuento es maravilloso, yo tengo que saber quién es ese señor, yo quiero saber más de su obra”.
Álvarez coincidó con Tamayo al considerar que su lectura es adecuada para los adolescentes. Dijo que, tras haber conocida su obra, fue llevando esos textos a sus clases de bachillerato.
Comentó que en varias oportunidades lo invitó a las aulas de clase para que interactuara con los estudiantes, para que estos últimos tuvieran ese acercamiento con el autor. “Eso también fue una experiencia interesante”, concluyó Álvarez.
Un autor que duplicaba la realidad
Cósimo Mandrillo, por su parte, desplegó sus ideas sobre la manera cómo Eduardo Liendo duplicaba la realidad en todas sus obras, “algo que es una constante en todas sus novelas”.
Explicó que tenía una forma “de distanciarse de una realidad desagradable a la que se critica por discriminadora, por explotadora”, por mostrar a una sociedad sin futuro.
Planteó que en sus texos hay una especie de “rechazo a la realidad real” y que eso lo llevaba a crear “otras realidades que se podrían llamar ficticias, pero que dentro de la novela terminan siendo más reales para los personajes que la realidad que llamamos real”.
Dijo que quizá el ejemplo más clásico pudiera ser El mago de la cara de vidrio, donde hay “una disociación del personaje” con la realidad que vive en su casa y la realidad que se muestra en el televisor, que va dominando a todo el círculo familiar.
En el caso de Los platos del diablo es un escritor que no vive su vida, sino que plagia y “vive su vida miméticamente con otro escritor de éxito que él admira”, contó.
“Creo que todo eso se condensa en el título de su último libro”, titulado Doy por vivido todo lo soñado, donde se contraponen la realidad concreta y la imaginada, “deseada, soñada en este caso”.

FILVEN/MEG/MCV