Cuando la sensibilidad artística de un pintor decide incursionar en la aventura de la pluma, la máquina
de escribir o el ordenador personal se está, evidentemente, en presencia de lo que los antiguos griegos
conocían con la enigmática definición de las apocatástasis, que quiere significar algo así como forzando
las barreras de nuestra lengua materna, la reconciliación integral del ser consigo mismo y con el cosmos.
Los budistas llaman a eso el Nirvana. Exactamente es lo que ha logrado el artista plástico y escritor Tony
Tong con su empeño por forjar una escritura alimentada por un universo ficcional caracterizado por una
particular mitología que hunde sus raíces en los tiempos inmemoriales de la conciencia acuática del
onírico y alucinante mundo Orinoquense. El terco afán creador que define el espíritu de este aedo del
color ahora se transparenta en su disposición hacia la grapheian, es decir la escritura como discurso que
relata circunstancias emotivas, vivir en artista es el sello que distingue la personalidad aristocrática de
esta sensibilidad surrealista que caracteriza a Tony Tong.